domingo, 23 de diciembre de 2012

me alegraste las 03:45 en el trabajo.


Y el papel higiénico ya utilizado y arrugado en forma de pelota me miraba desde un rincón oscuro,
estaba allí, a la vera de la pantalla del computador.
Quería levantarme una manita saludante,
Pero su timidez se lo impedía.
Menos bailaría al ritmo de la música de bob marley que sonaba en la radio, se sentía muy insignificante para aquella hazaña.
Cuando advirtió lo que yo estaba pensando, cambió su actitud.
Ahora me miraba desde su rincón,
como diciendo: ¡qué esperas hijoputa!
¡Arrójame al tacho de los desechos  de una maldita vez!
No hice caso a mis suposiciones respecto a los dichos y ofensas del papelito que pasaron en ese momento por mi mente.
Lo dejé continuar tratando de saludar o  bastardear a quien se sentara frente a la pantalla del computador, Pues me gustó su estilo, yo hubiese actuado de forma tímidamente similar en el caso de haber estado en su lugar.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

¡estoy perdido!


Y si no es tan fácil inventar una imagen, relataré la hermosura de las profundidades de la noche.  Te contaré como olía la tierra húmeda en aquel bosque.
La luna iluminó el camino mientras cada ruido congelaba la sangre y erizaba los cabellos.
En la soledad todo mi ser propuso un grito desgarrador a los follajes, que escupieron pájaros adoloridos desde su mojado verde encandilado por las sombras.

martes, 18 de diciembre de 2012

Se moja Santiago


 los transcunsales segundos que recorre una gota desde los nubascos blanquecinos y grisáceos  de la capitalia, atochada de automáticos hierros.

 Envenenados estamos, contaminados de la miseria en la que se han convertido los pensamientos cotidianos de la humanidad perruna, animalesca. De los cada vez más fallecidos verdosos pastizales.

 Nos hemos acostumbrado a  la creciente masa gris ciudadanesca y bulliciosa.

 Enloquecimos mas rápido que el ritmo de los aconteceres, pensamos merecer la pena, la cárcel y el hambre. Nos conformamos con supuestas comodidades indisfrutables  y arrodillamos nuestros saludables cuerpos ante reyes miserables, putrefactos, malolientes, moribundos. 

lunes, 17 de diciembre de 2012


pienso que...


Si, amo a la humanidad. Si, detesto la vida mía.

 El alcohol se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en el gran amigo de las frustraciones. En el causante del inmovilismo propio, que se desprende del estado en el cual la confusión es la total e ineludible obligación de la cotidianeidad.

Las drogas fieles compañeras, me miran a los ojos desde el final de los asientos de este carruaje, desde las sombras que ocultan su rostro pálido y desgraciado.        

Me envuelven los pensamientos propios de la locura anestesiada, de las voces silenciadas. El pensamiento que quiere estallar y una vida que quiere dejar de demostrar lo aparentemente aceptable para el conjunto de la sociedad.

Todos van, todos vienen, el fin que buscan es la incompetencia misma, marcar el paso se ha transformado en la moda. Ser nadie es ser alguien y ser alguien es ser nadie, eres bienvenido al club de las vidas desabridas, de los estúpidos estudios aceptables, de las mentes limpias y las palabras acertadas. Bienvenido, aquí todos estamos satisfechos y arrugados, felizmente cansados. Pon las manos en el fuego, tu cuerpo es comida para los cerdos, se feliz.


Busquemos un dios, pero no lo veneremos, solo saca esa carta cuando se presente la ocasión, y levanta tu mano para decir que crees, para decir presente, para saludar a la bandera. La idea no es comprometerse demasiado en algo basado en la espiritualidad y en la celestialidad, en resumidas cuentas, en lo indefendible. Una palabra estúpida y sin sentido,  vale más que mil palabras criticas, vale más que poder discutir acerca de los problemas que nos conciernen. Dejémoslo todo a dios y pronunciemos con la tarada mirada de la seguridad que da hablar lo que todos hablan: dos palabras estúpidas. Creamos en lo increíble, cerremos la boca, y pongamos las manos en el fuego, abracemos a los verdugos de siempre, alimentemos a sus hijos y vistamos a sus mujeres.

 No hablemos temas incomodos, no hablemos de las crudas y siniestras masacres cotidianas, pues son cotidianas y por ende son normales. La explotación es cotidiana y es la tónica, es completamente normal.

No es simple


No es simple relatar los temores que emergen de cada superficie que compone ese bloque de cemento con fierros desgastados y rotas ventanas. Sobre todo cuando sabes cual será su mal pasar por las oscuras instalaciones de este, mi  cuartel, que escupe sangre directamente desde sus raíces.

  Los visitantes que quieran alojar tendrán que pasar bajo mi lupa si quieren hacerse parte de este grotesco y moderno acto de tortura. ¡Si! Deben saber que el diablo es mi empleador y yo gusto de acceder, a cambio de mis servicios, a los más suculentos tipos de banquetes que pueda uno conseguir en una sociedad que no acostumbra a tratar con los caníbales del 2012.

 Puedo quitarte el corazón y venderlo al mejor postor, o simplemente me deleito de los suculentos manjares que pueda arrancarte. Me encantan tus ojos, necesito ver, observar esa Cornea vaciada con mi Cucharilla oxidada por los años. El oxido le da un sabor especial a los muslos. Mas  aun si los acompaño con las secreciones pulmonares de los que no me como vivos, sino muertos.
 Es un espectáculo para la riza cuando camino hipnotizado producto de la mescla de sueño y placer, cuando bajo escalas con mi  pelo de paja desordenado, la espalda encorvada, mis ojos gigantes y enrojecidos, y esa riza de estúpido que parece quisiera imitar a las hienas.  ¿Y la sangre?...  desciende grumosa,  haciendo gala de la hermosa compañía que le hacen los coágulos que caen  mentón abajo produciendo un jugoso sonido en el suelo  y un eco en los fríos pasillos.

  No podría estar mucho tiempo en tu compañía contándote la historia de mi trabajo, de los placeres del día a día, y los de las noches, ya que es allí donde puedo mostrar ante mis aprendices  cuan sangriento pueda llegar a ser el espectáculo que yo  entregaré  a ese público aterrorizado, que gime con espanto tras cada mordisco feroz. Aterrorizado,  Pero tan servil, que no debería quejarme de los servicios que brindan estos hijos de puta.

 Bueno, veo que me desvío del punto. Por lo tanto no me explayaré sobre otros asuntos, te diré de manera sucinta, que siento hambre al ver como lees mis palabras. Sería hermoso para mí poder hacer que todas las letras que conforman palabras, y las palabras mismas, que conforman oraciones y líneas y mas líneas, cobraran espectacular fuerza y se unieran para estrangularte, en ese mismo momento te comería la lengua, te sacaría los dientes y se los llevaría de obsequio a la puta mujer del vecino de mi casa, a esa puta que le gusta  que la saque a pasear de la mano a los prostíbulos en los que le he introducido. Ella dice que me ama, y sinceramente, no se si la maldita droga la esta poniendo estúpida, o no se si el dinero que le saco de esos clientes locos  (que les gusta fornicar de veinte a la ves a la misma negra las 24 horas del día) la está haciendo pasar hambre y mucho frío, tanto que con los malditos mocos del resfrió que tomó, se le ha infectado el cerebro y le esta a punto de estallar en mil pedacitos desparramando pus a su antojo  ¿no es delicioso?, por la limpieza no se deben preocupar mis queridos  colaboradores, mi lengua hará el trabajo sucio.

Nada entiendes



¿No me entiendes? (¡Paranoia!)- si te entiendo-
  Tu mente esta desnuda. Yo abrigo mi cerebro con mi cráneo, con mi pelo y con el aire. Con
las más calladas de todas las palabras.

Impenetrables son mis sueños.

 Tú desnuda ante mis ojos,
  El frio cala las plantas,
 Tú desnuda, te muestras y desarmas,
 te alarmas pues, no tienes armas.

Menos que nada tienes calma,
me hablas del alma,
me ablandas
No me entiendes, no comprendes.

Atacada, desesperada y asustada.

Yo no he enloquecido, el mundo lo ha hecho y me ha atado a sus tierras y a sus mares,
A sus naves y a sus grises
¡a sus fuegos y a sus humos!
Nos ha condenado y ha de condenar a las nacientes creaciones.

Las contradicciones se contradicen y hasta los imbéciles redundan de manera genial.