lunes, 17 de diciembre de 2012

pienso que...


Si, amo a la humanidad. Si, detesto la vida mía.

 El alcohol se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en el gran amigo de las frustraciones. En el causante del inmovilismo propio, que se desprende del estado en el cual la confusión es la total e ineludible obligación de la cotidianeidad.

Las drogas fieles compañeras, me miran a los ojos desde el final de los asientos de este carruaje, desde las sombras que ocultan su rostro pálido y desgraciado.        

Me envuelven los pensamientos propios de la locura anestesiada, de las voces silenciadas. El pensamiento que quiere estallar y una vida que quiere dejar de demostrar lo aparentemente aceptable para el conjunto de la sociedad.

Todos van, todos vienen, el fin que buscan es la incompetencia misma, marcar el paso se ha transformado en la moda. Ser nadie es ser alguien y ser alguien es ser nadie, eres bienvenido al club de las vidas desabridas, de los estúpidos estudios aceptables, de las mentes limpias y las palabras acertadas. Bienvenido, aquí todos estamos satisfechos y arrugados, felizmente cansados. Pon las manos en el fuego, tu cuerpo es comida para los cerdos, se feliz.


Busquemos un dios, pero no lo veneremos, solo saca esa carta cuando se presente la ocasión, y levanta tu mano para decir que crees, para decir presente, para saludar a la bandera. La idea no es comprometerse demasiado en algo basado en la espiritualidad y en la celestialidad, en resumidas cuentas, en lo indefendible. Una palabra estúpida y sin sentido,  vale más que mil palabras criticas, vale más que poder discutir acerca de los problemas que nos conciernen. Dejémoslo todo a dios y pronunciemos con la tarada mirada de la seguridad que da hablar lo que todos hablan: dos palabras estúpidas. Creamos en lo increíble, cerremos la boca, y pongamos las manos en el fuego, abracemos a los verdugos de siempre, alimentemos a sus hijos y vistamos a sus mujeres.

 No hablemos temas incomodos, no hablemos de las crudas y siniestras masacres cotidianas, pues son cotidianas y por ende son normales. La explotación es cotidiana y es la tónica, es completamente normal.

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